Los cristianos y la política. By Fabian Massa
1.
¿Pueden los cristianos participar en política?
¿Deben hacerlo?
Dentro del pueblo evangélico, la política es
casi sinónimo de “mala palabra” y está mal visto que los cristianos participen
en ella. Si se trata de los pastores, prácticamente ni siquiera emiten ningún
tipo de comentario al respecto, podría decirse que es un tema tabú para los
ministros.
Bíblicamente la actividad política está ligada al liderazgo religioso. Los libros -ÉXODO, LEVÍTICO, NÚMEROS y DEUTERONOMIO-relatan la actividad política de Moisés como profeta: organizador de la huída de Egipto, legislador de inspiración divina, jefe del campamento israelita durante los cuarenta años de la "travesía del desierto", creador de las bases ideales de la "ciudad de Dios" en la Tierra Prometida. Las leyes de Moisés han constituido la referencia esencial de tres universos espirituales: judaísmo, cristianismo e islamismo; y la base ideal de los más diversos sistemas políticos.
En el caso judío, ellos abarcan desde el
gobierno militar de Josué, el régimen de los Jueces, los reinos de Saúl, David
y Salomón, el gobierno de Daniel como jefe de los Sátrapas y 3° Señor del Reino
en el Imperio Neo babilónico, la conducción del retorno del cautiverio en
Babilonia, el reino de los Macabeos, etc. Las leyes de Moisés son también el
tema mayor de la exégesis de los Sabios, los Doctores de la Ley, luego Rabinos,
en esa inmensa literatura omnicomprensiva de lo humano (y por consiguiente
también política) que es el TALMUD, de Jerusalén y de Babilonia.
La Iglesia cristiana primitiva fue perseguida
por los dirigentes judíos y también por el Imperio Romano, hasta que el Emperador
Constantino[1] estableció
que para poder “Seguir participando” de las funciones de gobierno en el Imperio
Romano de Oriente, era obligatorio ser cristiano. A partir del año 313 la
política se convirtió en una actividad importante en el seno de la Iglesia,
esto se mantiene hasta hoy en la Iglesia Católica.
En la época de la Reforma Protestante (siglo XVI) varios
pensadores y políticos intentaron provocar un cambio respecto a las
pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad. Este cambio se debió
al profundo rechazo que causaron la corrupción de los usos y costumbres de la
Iglesia Católica en Europa Occidental. Esta elite política aprovechó la reforma
interna que pretendían hacer Lutero y Calvino dentro de la Iglesia Católica
para llevar a cabo “su propia emancipación” del poder de Roma. Y fue por esta
razón principalmente que Calvino y Lutero tuvieron el apoyo político de los
estadistas de su época.
Es importante recordar que hasta este momento, Roma tenía
una altísima influencia política y de “su gobierno Celestial” sobre los “Reinos
Terrenales” (Era la “extensión” del viejo Imperio Romano). Si bien los Martin
Lutero y Juan Calvino apuntaban al resurgimiento de los valores de la Iglesia
Primitiva dentro de la Iglesia Católica (cosa inviable que terminó con la
fractura de la Iglesia en dos grandes bloques), todo el movimiento tenía un
trasfondo político dentro de la Iglesia católica en sí misma y en la política
de todos los estados de Europa. Podría decirse que en cierta manera el poder
del Obispo de Roma controlaba absolutamente todo el tablero político.
Es notable que los primeros países protestantes tuvieran
una mejora importante en su nivel socioeconómico, debido que la Iglesia
predicaba la prosperidad como la buena consecuencia del cumplimiento de la
Palabra de Dios, por eso en Ciencias Políticas se tiene al protestantismo como
el germen del capitalismo en el Mundo. En cambio la prédica de la Iglesia de
Roma de la pobreza como virtud produjo un retraso económico que aún se puede
ver en Europa:
a.
Los países más ricos: Alemania, Reino Unido, Países Bajos. (Protestantes)
b.
Los países más pobres: España, Italia, Portugal e Irlanda (Tradicionalmente
católicos
c.
El mismo efecto se puede apreciar en América: EE.UU y Canadá son potencias mientras que los países de
habla hispana (en su gran mayoría católicos) son pobres y sumamente corruptos.
2.
¿Qué
es la política?
La política, del gr. Πολιτικος (pronunciación
figurada: politikós, «ciudadano», «civil», «relativo al ordenamiento de
la ciudad»). Ateniéndonos a su
origen etimológico la palabra política viene del sustantivo griego polis que
significa ciudad. El verbo politeuomaise ha traducido como administrar o
gobernar una ciudad. Así entonces, el término política llegó a significar el
arte o ciencia de gobernar o administrar una ciudad, pueblo o estado. La política del estado se orienta de acuerdo a la
ideología del grupo en el poder (Izquierda, derecha, centro, etc.).
El filosofo griego Aristóteles[2] definía al ser humano como un ser político. También se la
ha definido como la comunicación dotada de un poder (de inducción), relación de
fuerzas o como el arte de lo posible. Por extensión y de acuerdo al contexto,
el concepto de política puede referirse también a la actividad de gobernar o
conducir otras instituciones sociales menores y no necesariamente públicas,
como por ejemplo una empresa, confederación, instituto, cooperativa, un
consorcio, un colegio o una iglesia.
De acuerdo al concepto amplio de “política = gobernar”
bíblicamente desde el principio Dios dio a Adán esta función. (Génesis
1.26-27-28; Gen 2.15). El teólogo e
historiador Pablo A. Deiros habla de dos conceptos del término: Uno amplio o
general y otro específico. En su sentido general “La palabra política define
los medios y la ética de las relaciones sociales. Política, es entonces, todo
lo que tiene que ver con el bienestar común en términos de una nación en sus
relaciones internas y externas” (Deiros p.10). En su sentido específico, la
política es llevar a la práctica ese bien común por medio de organizaciones de
ciudadanos que procuran usar el poder para implementar sus propias ideologías.
Deiros llama a la general, la política con mayúscula y a la específica la
política con minúscula. (Deiros p.11)
¿Debe
el cristiano participar en política?
Dentro del protestantismo frente a esta
pregunta hay dos posiciones extremas muy bien definidas y apoyadas con textos
bíblicos. En medio de estas dos posiciones hay toda una gama de grises.
I. Definitivamente NO se debe participar.
II. Definitivamente SI se debe participar.
I. POR
LA NO PARTICIPACIÓN:
Esta postura es adoptada solo por cristianos
protestantes[3] y
tiene varios grados:
a. Participación CERO: Según los más ortodoxos, un verdadero
cristiano no debería ni siquiera ir a votar. El argumento es:”Nuestro Reino no
es de este Mundo” (Juan: 13.1; 18.36) y
que de acuerdo a nuestra ciudadanía celestial, no debemos inmiscuirnos en los
sucios asuntos de este Mundo pecador. Otro pasaje usado para justificar esta
postura es Filipenses 3:17-20 “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a
los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí
andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando,
que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición,
cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo
terrenal” Con lo cual tomado de esta manera, algún hermano nuevo podría
interpretar que si participa de alguna manera en política podría transformarse
en “un enemigo de la Cruz”.
b. Siguiendo
la línea, el cristiano verdadero es peregrino y está “muerto” a este Mundo[4].
Por lo tanto, no debería costarle trabajo “someterse pacientemente a toda institución humana por causa del
Señor”, prestando obediencia a las “autoridades” establecidas por Dios y orando
“por todos los que están en eminencia” a fin de ser guardados y estar bien en
todas las cosas. (Romanos 13.1-2; 1 Timoteo 2.1 a 3). De acuerdo con esta posición, la senda por la cual debemos caminar los
cristianos es el de “Obediencia y el
sufrimiento”. Somos llamados a orar “por todos los que están en eminencia” (1ª Timoteo
2:1-2), pero no a estar en el lugar de la autoridad nosotros mismos. Los
creyentes que piensan así explican que no hay una sola línea en la Biblia que
indique que es deber votar en las elecciones, o como miembro político o
magistrado. Las personas que tienen esta posición entienden que si actuasen en
política (en cualquier forma), lo estarían haciendo sin una sola palabra de
dirección del Señor.
c. ¿Pueden un
miembro o la iglesia misma estar involucrados en la política? Obviamente NO, si votar ya es contrario a las
Escrituras (y por lo tanto pecado) participar de manera activa dentro de una
organización u ocupar un cargo público podría ser considerado como algo mucho
más grave.
Algo que no consideran los que mantienen
esta posición es que el hecho de no participar, ya es estar participando, valga
el juego de palabras.
II. POR LA PARTICIPACIÓN
I.
Lema: Debemos particiar “Porque somos la sal de este
mundo”.
Quienes piensan en la participación, piensan
que tanto los individuos como la iglesia tienen responsabilidades
sociopolíticas indiscutibles para mejorar las condiciones de vida. Algunos
cristianos van varios pasos más allá alegando que la tarea más grande del
cristianismo es trabajar para lograr un orden político cristiano que conduzca
al establecimiento del reino de Dios en la tierra.
II.
El
ejemplo de Cristo
Si bien Jesús nunca quiso ocupar un cargo
político y ni siquiera habló de ello, su ministerio trajo alivio a una sociedad
oprimida (Juan 10:10). Esta corriente de pensamiento cree que las enseñanzas de
Jesús pueden conducir a un significativo acontecimiento sociopolítico cuando
son vividas por la comunidad cristiana. Por lo tanto, los cristianos, al seguir
el ejemplo de los creyentes a través de los siglos, deben reconocer que pesa
sobre sus hombros cierta responsabilidad social. Los pioneros predicaban no
solamente el evangelio de la salvación personal, sino que también estaban
interesados en los alcohólicos, los esclavos, las mujeres oprimidas y en las
necesidades educacionales de los niños y los jóvenes.
III.
La
Biblia y la responsabilidad sociopolítica
La responsabilidad sociopolítica del cristiano
está basada en dos fundamentos bíblicos:
a. Primero, la doctrina de la creación: Dios creó un universo
y nos estableció como mayordomos gobernantes de este mundo. La mayordomía incluye
responsabilidad y obligación de responder por medio del dominio sobre la
jurisdicción que le ha sido asignada.
b. Segundo, la doctrina de la humanidad: Los
seres humanos han sido creados a la imagen de Dios. Los parámetros de la
responsabilidad humana con respecto al servicio descansan dentro de este
concepto bíblico de la naturaleza humana. El punto de vista cristiano es que
los hombres y mujeres no son una resaca que flota en el mar de la vida, sino
personas con un papel responsable que desempeñar y con un futuro brillante.
Este potencial humano ofrece propósito, dirección y optimismo a los cristianos
que sirven a otros en el ambiente comunal. Por lo tanto, el cristianismo no es
una religión de un individualismo insular o de una introversión aislante, sino
que es una religión de comunidad. Los dones y las virtudes cristianas conllevan
implicaciones sociales. La dedicación a Jesucristo significa dedicación a todos
los hijos de Dios, lo cual engendra la responsabilidad por el bienestar de
otros.
IV.
El
dilema de la doble ciudadanía
Los cristianos sinceros que quieren participar
en política afrontan el dilema de la doble ciudadanía. Por un lado, pertenecen
al reino de Dios y por otro, a su país de ciudadanía. Son parte de la “nueva
humanidad” y viven en medio de la “vieja humanidad”. ¿Existe aquí un conflicto
inherente? ¿Debe la juventud cristiana escoger una ciudadanía y renunciar a la
otra? No cabe duda de que en algunas ocasiones puede haber un conflicto cuando
las demandas o deberes de una ciudadanía chocan con los de la otra. En tales
casos la Escritura es clara: “Es menester obedecer a Dios antes que a los
hombres” (Hechos 5:29).
Sin embargo, el reino de Dios no está aislado
del mundo presente; “entre vosotros está” (Lucas 17:21). En otras palabras, el
reino de Dios es una esfera, una dedicación, una actitud y una manera de vida y
pensamiento que se infiltra en la totalidad de nuestra existencia y da especial
significado a nuestra ciudadanía nacional. Es la soberanía de Dios que invade
la vida humana.
V.
El
“no hacer nada” es una acción política
El orden político de la sociedad es la
provisión providencial de Dios para la humanidad caída. Dios no le pide a la
“gente buena” de la sociedad que se mantenga fuera del proceso gubernamental y
se aleje del control socio-político y económico, dejándolo en manos de los
“malhechores”. Los cristianos deben ser la sal y la luz de un mundo social y
por lo tanto no pueden optar sencillamente por salirse del proceso político. En
realidad, una abdicación tal sería en sí una acción política que abre el camino
para el control político por aquellos que apoyan algo menos que los valores
cristianos. El “no hacer nada” es una receta segura para que el pecado llegue a
ser el amo. Los cristianos tienen tanto el derecho como el deber de usar su
ciudadanía terrenal con el fin de mantener a la iglesia libre para poder
cumplir con su mandato y ayudar como individuos a satisfacer las urgentes
necesidades sociales.
VI.
Deberes
de la ciudadanía política
Se distinguen por lo menos cuatro deberes de
ciudadanía política:
1. El deber de la oración a
favor de los que ocupan cargos gubernamentales. Necesitamos orar pidiendo ayuda
divina en la solución de algunos de los problemas socio-políticos que afectan
la vida humana negativamente y también por la proclamación del evangelio. Las
oraciones y las súplicas de los fieles se elevan mucho más allá que las
declaraciones y acuerdos que llenan montañas de papel reciclable.
2. El deber de votar y
presentar peticiones ante las autoridades gubernamentales. La ley expresamente
ordena votar. El sentido común nos dice que se debemos votar, aun cuando a
veces tengamos que hacerlo escogiendo entre el menor de dos o más males. En
relación con esto, registrarse para votar es el primer paso que debe darse.
3. El deber de educarnos y estar bien
informados los cristianos, necesitamos estar involucrados
en una educación continua con respecto a los problemas que afectan la vida
presente como la futura. La ignorancia política no aumenta la dicha espiritual.
4. El deber de lanzarnos y mantener una
posición pública: Los cristianos tenemos este derecho
constitucional. Además, algunos nombramientos a puestos gubernamentales no
requieren lanzarse a una campaña. No hay nada malo en aspirar a sentarnos “en
asambleas legislativas y deliberantes, y dictar leyes para la nación”. Sin
embargo, aconseja que los pastores y los maestros empleados por la denominación
se abstengan de actividades políticas partidarias. La razón que da es clara: La
política partidaria corre el riesgo de crear disensiones. Un pastor podría
fácilmente dividir su congregación debido a diferentes partidos y debilitar en
gran manera su habilidad de servir como pastor de todo el redil.
VII.
Votar con responsabilidad, una forma sana de practicar la
política.
El consejo a los creyentes que participan de una u otra
manera en política es: "Recordar el deber moral que tienen en su actuación
pública, especialmente a los legisladores, de mantenerse fieles a la doctrina
del evangelio, conservando su compromiso claro con la fe y no apoyando leyes
contrarias a los principios morales y éticos como son los que atentan contra el
derecho a la vida o en contra de las instituciones de la familia y el
matrimonio. Solo la adhesión a convicciones éticas profundas y una actuación
coherente pueden garantizar una acción pública, honesta y desinteresada, de los
legisladores y gobernantes.
·
Examinar la verdad: Se deben estudiar las propuestas antes de
apoyarlas.
· Evitar la demagogia: Los políticos saben qué teclas tocar para
encender las emociones, muchas veces irresponsablemente. Debemos tener cuidado para no caer en la
manipulación de los sentimientos hacia la patria, la raza, el sufrimiento de
los pobres, la libertad, etc. El cristiano no se debe llevar por las emociones
ni por la fiebre que incita a las masas. No debe dejarse engañar por promesas de "prosperidad fácil".
La prosperidad de los pueblos requiere un largo proceso de construcción y
fortalecimiento de un sistema de gobierno, de educación, de trabajo, etc. bajo
un estado de derecho que proteja justamente a todos los ciudadanos. Esto no se
consigue con la demagogia. Hay que estar preparado para tomar opciones que no
sean populares pero que sean justas. Recordemos como Jesucristo fue condenado
por las masas porque matarlo "era conveniente". El fin no justifica los medios. Nunca
será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso para lograr un bien. Por
eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la
mentira y la difamación.
Conclusión: Si tenés una inclinación a participar en alguna medida en política, adelante!! Es hora de comenzar a tomar posiciones de gobierno y poder aplicar los principios bíblicos de justicia.
[1]Legalizado en el catolicismo por el Edicto de Milán de
313.
[2] Aristóteles
(en gr. Antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 – 322 a.C.) http://es.wikipedia.org/wiki/Arist%C3%B3teles
Comentarios
Publicar un comentario
Deje aquí su comentario, gracias!