Reflexión. ¿Eros o Agápe? By Pastor Adrián Esteban Pablos
Tal vez sea idea mía, pero parece
que estamos viviendo épocas en las cuales las sociedades han elegido que las
reglas morales sean puestas y dictadas por uno mismo. Es el tiempo de la frase,
“si te hace bien, ¡hazlo!. La cual da el aparente derecho a realizar cualquier
cosa que nos haga sentir bien, sin importar las consecuencias y los límites
ajenos.
Podemos notar que en los
adolescentes el valor del sexo ha caído a niveles casi nulos, para ellos es
casi una práctica animal; la cual debe llevarse adelante sin importar la
decisión de la otra persona involucrada. Seguramente me dirán que no todos
proceden de ésta manera, obviamente esto es lógico, porque para cada regla hay
una excepción. En esa edad tan complicada y difícil ellos se manejan de acuerdo
a lo visto en adultos y lo que muestra los medios de comunicación. Muchas veces
no soportan, un no como respuesta y proceden a tomar “el toro por las astas”,
arremetiendo contra la negativa por la fuerza y llevando acabo el acto sin
mediar cargo moral o de conciencia; esto ocurre, lisa y llanamente, porque
nadie toma el tiempo para enseñar sobre el verdadero amor.
Dijimos que esto es una práctica
contemporánea, pero si revisamos un poco la historia, encontraremos que las
sociedades antiguas practicaban tales cosas y las mujeres de aquellos tiempos
se encontraban cosificadas y a merced de cualquier tipo de vejamen sin importar
su estrato social. Esto ocurre desde tiempos inmemoriales, desde aquellos
segundos en la historia donde el hombre se apartó de Dios.
El falso amor comenzó a reinar en
la Tierra y confundió hombres, mujeres y sociedades; tomo el control de las
formas y los pensamientos estableciendo íconos de belleza según los tiempos y
caprichos de las modas. El amor erótico (eros) se hizo presente y rey de las
relaciones, encabezó la construcción de lazos frágiles guiados por la belleza
pasajera y las curvas de los cuerpos. Nos encaminó hacia una dudosa moral
guiada por nuestros propios deseos e impulsos, los cuales gobiernan hasta hoy.
La mujer pasó a ser objeto del deseo del varón y cambió de tal manera su propia
mentalidad que adoptó el éxito medido según la belleza, fue absorbida por este
falso amor llevando, si se pudiera decir, la peor parte del asunto. Su vida
pasó a valer lo que su hermosura correspondiera y el tiempo la cual se
mantuviera, fueron vendidas, regaladas, abusadas, esclavizadas, asesinadas,
violadas, abandonadas y la lista sigue de manera casi infinita.
Haciendo un recorrido por la
iglesia primitiva podemos notar que el Apóstol Pablo tuvo que lidiar con este
tipo de problema en las congregaciones antiguas. Observamos que al estar
formadas, muchas de ellas, por personas criadas en sociedades gentiles el trato
hacia la mujer estaba basado en el amor eros y la opresión de un vínculo
enfermo.
En la carta a los efesios en el
capítulo cinco podemos leer como Pablo aclara fervientemente cual es el
verdadero amor que debe relacionar hombres y mujeres en el matrimonio, veamos
25 Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en
el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Claramente hace una distinción, que podemos
comprender al leer el contexto de la carta, entre el amor erótico (eros) y el
amor perfecto e incondicional (agápe). Fundamenta de esta manera las relaciones
sentimentales en la Roca, que es la
palabra de Dios; la cual posee numerosas reglas morales, de conducta y sobre
todas estas nos enseña el verdadero amor por medio de la vida de Nuestro Señor
Jesucristo. Compromete a los maridos, hombres en general, a honrar a sus
mujeres y santificarlas por medio del cumplimiento de estos estatutos impuestos
para nuestro bien por el Todopoderoso. Por lo tanto hace una clara diferencia
entre el “amor de los sentidos” y el amor verdadero.
Dijimos anteriormente que hoy la sociedad
está regida por eros, ¿deberíamos mirar al pasado para descubrir que no hay
nada nuevo debajo del sol?, ¿deberíamos revisar las nuevas y exitosas reglas
morales implícitas, para descubrir que no son modernas?, ¿deberíamos acercarnos
a la sabiduría antigua para encontrar la solución?
El guardarse para el matrimonio, para el
verdadero amor, nunca fue cosa de “este mundo”. Nada nuevo ocurre en la
sociedad de hoy, la única diferencia palpable son los medios de comunicación.
Estos por un lado fomentan lo vano, lo pasajero, lo erótico y por otro lado
aúllan de dolor cuando comercian, hora tras hora emitiendo imágenes de una
víctima de abuso seguida de muerte. El rey Salomón, sabio por dádiva de Dios,
escribe en su Libro Cantar de los Cantares en el capítulo cuatro
10 ¡Cuán
hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
¡Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
11 Como
panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
12 Huerto
cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.
Jóvenes que dicen amar al Señor, aprendan
de estas líneas y el valor inconmensurable del verdadero amor incondicional,
ese amor que está dispuesto a morir por el otro sin medir consecuencias. Cristo
ama de esa manera a su iglesia (su novia), la guarda, la espera, la corrige, la
santifica, la lava, endulza sus oídos y su espíritu de palabras sabias, la
anhela y sobre todas las cosas regresará a buscarla.
Llegó el tiempo de ser un verdadero soldado
de Jesucristo y combatir lo supuestamente bueno para la sociedad, que sabemos
que nuestro Señor lo llama malo. Sosteniendo los principios morales que Dios
nos da para nuestro bien, siendo luz en medio de las tinieblas, marcando
diferencia como familias cristianas. Debemos por medio de la obediencia y la
oración marcar este tiempo y ser inflexibles ante la tentación de lo fácil y
pasajero.
Cuando comencé este escrito, expuse que tal
vez sea idea mía… a esta altura de la redacción, ya no tengo dudas…
Pastor Adrián Esteban Pablos
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